Hace muchísimo tiempo, en un país muy lejano, un enorme dragón se instaló en una cueva sin consultar con nadie. Al principio todo fue felicidad. Se levantaba con el crepúsculo y en las primeras horas de la noche quemaba dos o tres graneros, destruía varios cultivos y se comía una docena de cabras.
Al enterarse el rey, lejos de preocuparse por el contrario se sintió orgulloso: «No todos los reinos tienen un dragón», pensó feliz el soberano. Por su parte la reina se encariñó enseguida con el animalito y justificó todas sus tropelías.
Pero el tiempo pasó y los destrozos siguieron. Pronto la crisis llegó a palacio. La reina no pudo bañarse más con leche de cabra y la posición de los soberanos cambió de inmediato: «No en todos los reinos se ha matado un dragón», pensó complacido el rey.
Enseguida se publicó un bando que anunciaba la recompensa para aquel que trajera la cabeza del dragón. Impulsados por la fama y las riquezas seis mozos fueron devorados en la cueva.
Pasaron varias semanas y nadie más se atrevió a desafiarlo. Los destrozos continuaron. La piel de la reina se arrugaba y la economía de palacio estaba cada vez más afectada.
El rey triplicó la oferta y otros seis mozos sirvieron de almuerzo. Las cabras comenzaban a escasear, el dragón veía de muy buen grado estos envíos y redobló sus esfuerzos por conseguirlos.
Era la ruina, la hambruna se extendió por el reino. Ante la disyuntiva de perderlo todo el rey ofreció construir un castillo para aquel que matara al dragón. Esta vez fueron diez los mozos que impulsados por la ambición de fama y riqueza calmaron el apetito de la bestia.
Sumido en la desesperación y como último recurso el rey apeló a su más preciado tesoro:
—¡Mi amo! ¡Mi amo! Su majestad el rey ha publicado un bando ofreciendo la mano de su hija a quien mate al dragón.
—La mano de la princesa Lorena. ¡La heredera del trono!
—¡Así es mi amo, así es!
—¡¡Cállate imbécil!!, que estoy pensando
Después de haber descargado su furia sobre la cabeza de Andro, Jendry caminó más pensativo aún. Poco a poco sus ojos se iluminaban soñando con las riquezas que el destino le ofrecía. De repente una mueca se asomó a su rostro.
—Vamos Andro, levántate que no fue para tanto. A ver dime, ¿es verdad que ese dragón se ha comido a más de veinte mozos?
—Es verdad mi amo, pero eran todos unos pobres campesinos. Tú en cambio eres el hombre más fuerte del reino.
Jendry otra vez quedó mudo y pensativo. Una vez que matara al dragón sería el heredero al trono: «Tendré más de cien lacayos y comeré venado todos los días».
—Andro prepáralo todo, voy a matar al dragón.
A la mañana siguiente partieron bien temprano. Jendry con armadura, espada y escudo, sobre el caballo blanco. Andro con una botija de piel y dos antorchas sobre un burro. Cabalgaron todo el día. Jendry soñaba con ser rey: «Cobraré impuestos, conquistaré pueblos, tendré el harén más grande del mundo».
Al caer la tarde llegaron a la entrada de la cueva. Andro destapó la botija.
—Jendry, ayer fui a ver al viejo mago de la montaña y le conté tu empresa de salvar al reino. El viejo mago me dio esta poción mágica y me dijo: «Que se la tome el valiente antes de combatir y el dragón morirá».
Jendry que sin dudas era un mozo valiente, se tomó los tres litros de la poción mágica. Ahora se sentía invencible. Andro ya tenía una antorcha encendida para que él entrara a la cueva. Jendry la tomó y entró.
Por el olor el dragón sintió enseguida la presencia del intruso. Era la hora del crepúsculo y su estómago estaba vacío. Lanzó una bola de candela para cocinar su desayuno. Jendry puso rápido el escudo, alzó la espada y el dragón se lo tragó.
Toda la noche la pasó Andro durmiendo cerca de la cueva. Al amanecer preparó la otra antorcha y entró. Guiado por las huellas de Jendry encontró la espada y el escudo. Muy cerca estaba el dragón. Agarró fuerte la espada y de un tajo le cortó la cabeza.
Sobre el caballo blanco Andro llegó al castillo. La boda fue por todo lo alto. Andro era muybuen mozo y la princesa se sintió a gusto. Todo el mundo quería conocer al héroe del reino.
Andro y la princesa vivieron muy felices y tuvieron muchos hijos. Una vez que el anciano rey murió, gobernaron juntos con justicia y sabiduría. La fama del matador de dragones se extendió por todo el país y ningún otro animalito se atrevió a instalarse en sus predios. Y nunca más fue necesario molestar al viejo mago de la montaña para que preparara otra poción mágica de «Veneno para dragón».