Los cuatro dragones...

Publicado por Angelopolix 8.4.09

Hace mucho tiempo, cuando no había ríos ni lagos en la Tierra sino solamente el mar del Este, habitaban en él cuatro dragones: el Gran Dragón, el Dragón Amarillo, el Dragón Negro y el Dragón Perlado. Un día, los cuatro dragones volaron desde el mar hacia el cielo, en donde comenzaron a jugar con las nubes. 
De pronto uno de los dragones dijo a los demás “¡Vengan rápido a ver esto, por favor!” 
"¿Qué sucede?” preguntaron al unísono los otros tres, mirando hacia donde apuntaba el Dragón Perlado.
Abajo, en la Tierra, se veía una multitud ofrendando panes y frutas y quemando incienso. Entre el gentío se destacaba una anciana de cabellos blancos, arrodillada en el suelo con un niño pequeño atado a su espalda. Ella rezaba: “Dios de los Cielos, por favor, envíanos pronto la lluvia para que tengamos arroz para nuestros niños”. Y es que no había llovido por largo tiempo. Los cultivos se secaban, la hierba estaba amarilla y la tierra se resquebrajaba bajo el sol ardiente. 
"¡Cuán pobre es esta gente!” dijo el Dragón Amarillo, “y morirán si no llueve pronto”.
El Gran Dragón asintió.  Entonces propuso "Vayamos a rogarle al Emperador de Jade para que haga llover”.
Dicho lo cual dio un salto y desapareció entre las nubes. Los demás lo siguieron de cerca y todos volaron hacia el Palacio del Cielo. El Emperador de Jade era muy poderoso, pues estaba a cargo de los asuntos del cielo y de la tierra. Al emperador no le agradó ver a los dragones llegar a toda velocidad. 
"¿Qué hacen aquí? ¿Por qué no se comportan como es debido y se quedan en el mar?
El Gran Dragón se adelantó y dijo: “Los cultivos de la  Tierra se secan y mueren, su majestad. Le ruego que envíe pronto la lluvia”. “Muy bien. Primero vuelvan al mar y mañana enviaré la lluvia”, dijo el emperador. Los cuatro dragones le agradecieron y regresaron muy alegres. Pero pasaron diez días y ni una sola gota de agua cayó del cielo. La gente sufría más, algunos comían raíces, algunos comían arcilla, cuando ya no hubo más raíces. Viendo esto, los dragones se pusieron muy tristes, pues sabían que el Emperador de Jade sólo se preocupaba por su propio placer y nunca se tomaba a la gente en serio. Sólo ellos cuatro podían ayudar a la gente, pero ¿cómo hacerlo? Mirando hacia el vasto océano, el Gran Dragón dijo tener la solución. 
"¿De qué se trata? ¡Habla ya!” dijeron los otros tres.
"Miren. ¿No hay muchísima agua en el mar en donde vivimos? Podríamos tomarla y arrojarla hacia el cielo, entonces caería como si fuera lluvia y se salvarían la gente y sus cultivos” dijo el Gran Dragón. “¡Buena idea!” dijeron los demás aplaudiendo.“Pero”, advirtió el Gran Dragón, “si el emperador se entera nos castigará”.

"Haría cualquier cosa con tal de ayudar a la gente” dijo el Dragón Amarillo.
"Entonces comencemos. De seguro no nos arrepentiremos” dijo el Gran Dragón.
El Dragón Negro y el Perlado no se quedaron atrás y volaron hacia el mar para llenar sus bocas de agua, que luego soltaron sobre la Tierra. Los cuatro dragones iban y venían y el cielo se oscureció de tanta actividad. No pasó mucho rato hasta que el agua del mar estaba derramándose en forma de lluvia sobre toda la Tierra.
"¡Llueve, llueve! ¡Los cultivos se salvarán!” toda la gente saltaba y gritaba de alegría. Las espigas de trigo y el sorgo se enderezaron. El Dios del Mar descubrió lo que estaba sucediendo e informó al emperador. 
"¿Cómo se atreven los cuatro dragones a dar lluvia sin mi permiso?” El Emperador de Jade estaba furioso y ordenó a las tropas del cielo que apresaran a los dragones. Los dragones, en evidente inferioridad numérica, no pudieron defenderse y pronto fueron arrestados y llevados al Palacio del Cielo.
"Ve y pon cuatro montañas sobre los cuatro dragones, para que nunca más puedan escapar” ordenó el emperador al Dios de las Montañas. Este uso su magia para que cuatro grandes montañas aparecieran volando y cayeran sobre los cuatro dragones. Aún así, los dragones nunca se arrepintieron de sus actos. Decididos a ayudar a la gente por toda la eternidad, se convirtieron en cuatro ríos, que corrieron atravesando las montañas y los valles, cruzando el territorio de oeste a este para llegar finalmente a su hogar, el mar.
Y así se formaron los cuatro grandes ríos de China: el Heilongjian (Dragón Negro) en el norte, el Huanghe (Río Amarillo) en el centro, el Changjiang (Yangtze, o Gran Río) en el sur y el Zhujiang (Perlado) mucho más al sur.

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Matador de Dragones...

Publicado por Angelopolix 7.4.09


Hace muchísimo tiempo, en un país muy lejano, un enorme dragón se instaló en una cueva sin consultar con nadie. Al principio todo fue felicidad. Se levantaba con el crepúsculo y en las primeras horas de la noche quemaba dos o tres graneros, destruía varios cultivos y se comía una docena de cabras.

Al enterarse el rey, lejos de preocuparse por el contrario se sintió orgulloso: «No todos los reinos tienen un dragón», pensó feliz el soberano. Por su parte la reina se encariñó enseguida con el animalito y justificó todas sus tropelías.

Pero el tiempo pasó y los destrozos siguieron. Pronto la crisis llegó a palacio. La reina no pudo bañarse más con leche de cabra y la posición de los soberanos cambió de inmediato: «No en todos los reinos se ha matado un dragón», pensó complacido el rey.

Enseguida se publicó un bando que anunciaba la recompensa para aquel que trajera la cabeza del dragón. Impulsados por la fama y las riquezas seis mozos fueron devorados en la cueva.

Pasaron varias semanas y nadie más se atrevió a desafiarlo. Los destrozos continuaron. La piel de la reina se arrugaba y la economía de palacio estaba cada vez más afectada.

El rey triplicó la oferta y otros seis mozos sirvieron de almuerzo. Las cabras comenzaban a escasear, el dragón veía de muy buen grado estos envíos y redobló sus esfuerzos por conseguirlos.

Era la ruina, la hambruna se extendió por el reino. Ante la disyuntiva de perderlo todo el rey ofreció construir un castillo para aquel que matara al dragón. Esta vez fueron diez los mozos que impulsados por la ambición de fama y riqueza calmaron el apetito de la bestia.

Sumido en la desesperación y como último recurso el rey apeló a su más preciado tesoro:

—¡Mi amo! ¡Mi amo! Su majestad el rey ha publicado un bando ofreciendo la mano de su hija a quien mate al dragón.

—La mano de la princesa Lorena. ¡La heredera del trono!

—¡Así es mi amo, así es!

—¡¡Cállate imbécil!!, que estoy pensando

Después de haber descargado su furia sobre la cabeza de Andro, Jendry caminó más pensativo aún. Poco a poco sus ojos se iluminaban soñando con las riquezas que el destino le ofrecía. De repente una mueca se asomó a su rostro.

—Vamos Andro, levántate que no fue para tanto. A ver dime, ¿es verdad que ese dragón se ha comido a más de veinte mozos?

—Es verdad mi amo, pero eran todos unos pobres campesinos. Tú en cambio eres el hombre más fuerte del reino.

Jendry otra vez quedó mudo y pensativo. Una vez que matara al dragón sería el heredero al trono: «Tendré más de cien lacayos y comeré venado todos los días».

—Andro prepáralo todo, voy a matar al dragón.

A la mañana siguiente partieron bien temprano. Jendry con armadura, espada y escudo, sobre el caballo blanco. Andro con una botija de piel y dos antorchas sobre un burro. Cabalgaron todo el día. Jendry soñaba con ser rey: «Cobraré impuestos, conquistaré pueblos, tendré el harén más grande del mundo».

Al caer la tarde llegaron a la entrada de la cueva. Andro destapó la botija.

—Jendry, ayer fui a ver al viejo mago de la montaña y le conté tu empresa de salvar al reino. El viejo mago me dio esta poción mágica y me dijo: «Que se la tome el valiente antes de combatir y el dragón morirá».

Jendry que sin dudas era un mozo valiente, se tomó los tres litros de la poción mágica. Ahora se sentía invencible. Andro ya tenía una antorcha encendida para que él entrara a la cueva. Jendry la tomó y entró.

Por el olor el dragón sintió enseguida la presencia del intruso. Era la hora del crepúsculo y su estómago estaba vacío. Lanzó una bola de candela para cocinar su desayuno. Jendry puso rápido el escudo, alzó la espada y el dragón se lo tragó.

Toda la noche la pasó Andro durmiendo cerca de la cueva. Al amanecer preparó la otra antorcha y entró. Guiado por las huellas de Jendry encontró la espada y el escudo. Muy cerca estaba el dragón. Agarró fuerte la espada y de un tajo le cortó la cabeza.

Sobre el caballo blanco Andro llegó al castillo. La boda fue por todo lo alto. Andro era muybuen mozo y la princesa se sintió a gusto. Todo el mundo quería conocer al héroe del reino.

Andro y la princesa vivieron muy felices y tuvieron muchos hijos. Una vez que el anciano rey murió, gobernaron juntos con justicia y sabiduría. La fama del matador de dragones se extendió por todo el país y ningún otro animalito se atrevió a instalarse en sus predios. Y nunca más fue necesario molestar al viejo mago de la montaña para que preparara otra poción mágica de «Veneno para dragón».

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